Crecen los casos de acoso virtual y de agresión en banda. Hay más participación de mujeres y cada vez es más frecuente el "happy slapping": un grupo le da una paliza a uno solo, lo graba con el celular y lo cuelga en la Web como un video divertido.
El caso de la “bandita” de adolescentes que mató a piñas y a patadas a un joven en Mercedes, el de la nena de 10 años de Capital a quien le crearon un grupo en Facebook para calificarla de “estúpida” y “malparida”, y el caso de la modelo tucumana que fue atacada por seis chicas a la salida de un boliche, podrían parecer inconexos. Sin embargo, quienes estudian las entrañas de la violencia saben que sus características configuran un perfil que dejó de ser una excepción: líderes que “marcan” a uno –con nombre y apellido o por “villero” o “por linda”–, que será atacado física o virtualmente entre varios; hostigamiento mediante redes sociales y más participación de mujeres y de chicos de primaria.
“Ha habido un gran incremento de formas de violencia que no conocíamos. Antes, las disputas se resolvían ‘uno a uno’ o mi grupo contra tu grupo. Hace tres o cuatro décadas, si varios le pegaban a uno era visto como un acto de tremenda cobardía; incluso pegar patadas, usar palos, cinturones o armas era entendido como una falta de códigos. Hoy, para pelear contra uno me llevo a mi tribu; y las peleas no se producen, como antes, por la conquista de una chica: el ataque es un fin en sí mismo”, describe Héctor Eyzaguirre, vicepresidente del Observatorio Latinoamericano de la Violencia Escolar.
Alejandro Castro Santander, miembro del Observatorio Internacional de Violencia Escolar, con sede en Francia, explica: “La violencia toma del momento lo que tiene a disposición; en este caso está usando con fuerza las nuevas tecnologías”. En el mundo virtual aparece así, una forma distinta de “pegarle” a uno entre varios: mediante insultos en las redes, en el chat, por mensajes de texto o subiendo videos a YouTube en donde los humillan.
La pediatra Flavia Sinigagliesi, experta en este acoso llamado “ciberbullying”, lo describe: “El ciber hostigamiento no es un hecho aislado sino que se sostiene en el tiempo: el hostigador lo espera en la esquina, pone cosas falsas en Facebook, lo vuelve loco por mensajes. Además del chico hostigado siempre hay un líder que busca el reconocimiento del resto y los secuaces que lo apoyan o son testigos”. Cuando dice “chicos” se refiere a que el pico de los casos de hostigamiento aparece entre los 10 y los 14 años. Es más: según una encuesta del Observatorio de la Convivencia escolar de la UCA entre 6.000 alumnos, 1 cada 4, de entre 10 y 18 años, le tiene miedo a algún compañero.
El avance de las nuevas tecnologías le abrió las puertas a lo que se conoce como happy slapping o ‘cachetada feliz’, en donde un grupo le da una paliza a uno solo, lo graba con el celular y lo cuelga en la Web como un video divertido”, cuenta Castro Santander. Y agrega: “En zonas menos favorecidas la violencia suele ser más directa y física; pero estas formas más desapercibidas son peligrosas porque cuesta que el adulto las vea”. La encuesta de la UCA mostró esta “invisibilidad”: casi 6 de cada 10 chicos hostigados se callan. “Este entramado de amenazas, abusos y acosos pueden convertirse en un infierno para la víctima”, dice.
Cuando se desmenuza este perfil de violencia sobresalen las mujeres y las bandas: “Que los varones se pegaran estaba bien visto, pero entre las chicas era más común el ninguneo, el chismorreo o dejar de lado a la otra; sin embargo, hoy vemos más violencia física entre ellas”, asegura Sinigagliesi. Pilar Vendrell, integrante de “Profesionales latinoamericanos contra el abuso de poder”, dice sobre las “bandas”: “Salen a atacar juntos porque solos son muy frágiles. El otro no es un enemigo sino un molesto espejo; probablemente vean en el otro su propia vulnerabilidad aunque usen excusas, como que la atacan ‘por linda’”.
¿Qué hay detrás? “La falta de perspectivas laborales y académicas, la ausencia de proyectos, una perversa estimulación de los medios que los empujan a la ilusión de la satisfacción inmediata y una familia negligente para orientarlos hacen un caldo de cultivo propicio para el desarrollo de hechos de violencia inéditos”, dice Fernando Osorio, moderador del foro “Violencia en las escuelas” de la UBA. Dice Vendrell: “Lo que hay detrás son las patologías del vacío. El vacío de límites y el refuerzo de los valores del tener: se es porque se tiene, incluso cuando lo que se tiene es la vida del otro”.
Nota publicada por Gisele Sousa Dias en el diario Clarín
Fuente de la imagen: Telegraph
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